VIAJANDO POR CARTAGENA
- Lina María Pinto Hernández
- 13 nov 2015
- 2 Min. de lectura
Tengo un pensamiento fijo junto con mi familia, tenemos que recorrer y conocer nuestro país antes de pensar en los demás. Esta es una crónica de un viaje a la mítica Cartagena de Indias, en Enero del 2014. Como turista siempre llegamos a lugares turísticos como Bocagrande, allí sin saberlo conocimos a un nativo de la ciudad, este nos comentó que el hacia un tour por los manglares, donde llegaríamos a una playa donde ofrecían comida típica. Así fue, se concretó la fecha, la hora y el lugar donde nos encontraríamos. Llego el día, sin problema alguno llegamos a una playa (no recuerdo el nombre) allí se podía ver la Cartagena de verdad, no esa que muestran en fotos donde se ven turistas felices en las murallas; no, la Cartagena con problemas sociales, con una población muy pobre que vive de eso, de la astucia de encontrar turistas y guiarlos.
Después de una ardua labor para poder subirnos a la canoa, empezó el viaje por los manglares. Llena bastante que la gente, la misma gente lo guie a uno, es como el sentido de pertenencia que tienen por lo que los rodea. Andamos y andamos por ese hermoso ecosistema, observando la flora y fauna de este, los cangrejos, los ibis, etc, hasta que llegamos. Tuvimos que caminar, y en esa caminata vimos a la Cartagena de nuevo, pasamos por un barrio muy pobre, las casas fabricadas de cartones, palmas, sin servicios públicos… Estando allá se nos acercaron un gran grupo de niños, pidiéndonos algo de comer ¡Niños! Pidiendo dinero, o algo. Impresionante, impresionante que el pueblo es el que sufre el descuido de un estado desinteresado en lo que es, en la gente, en SU gente.
Continuamos con nuestro trayecto, y llegamos a la tan playa, rodeada de familias de pesqueros, una playa limpia, tranquila y sola. Nos ofrecieron bebidas, nos dieron hamacas, hasta llego un vendedor de ceviche que andaba con su carrito por los bordes de las playas, la gente fue muy gentil. Después de estar nadando en las aguas del Mar Caribe, disfrutamos de un almuerzo típico, conversamos con la gente. Llego el atardecer y ya era hora de partir, atravesamos los manglares y nos fuimos en un bus de servicio público hasta nuestro lugar de hospedaje.
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